Masonería Monterrey Nuevo León México

Este sitio está dedicado a la divulgación de archivos y documentos de interés masónico, así como a la publicación de las actividades que nuestra R:.L:.S:. Rafael Nájera no. 33, del Or:. de Monterrey, N.L. México lleva a cabo.







domingo, 7 de noviembre de 2010

Estémos al acecho


A L:. G:. D:. G:. A:. D:. U:.
S:.T:.U:.
Resp:. Log:. Simb:. Rafael Nájera No. 33
Or:. de Monterrey N.L.

Hay muchas formas de elegir nuestro destino, y el cómo queremos que este sea.
Aunque podemos generalizar esto en dos formas.
Para elegir nuestro destino tenemos 2 caminos a seguir, en cuanto a nuestras acciones, pensamientos etc. 
El camino bueno y el camino malo.
Obviamente si elegimos el camino bueno este nos llevará al destino que nosotros elegimos como bueno para nosotros, caso contrario a si elegimos el camino malo, este nos llevara a un destino malo, que por lo general es indeseable para quien lo vive.
Existen muchas formas de seguir un determinado camino, pero por ahora solo voy a mencionar una acción, en la cual podemos meditar después, la cual nos puede ayudar a ser cada vez mejores personas hacia dentro de nosotros mismos y acercarnos un poco más a tener esa felicidad sabiduría y paz que todos buscamos.
No mires las faltas de los demás o lo que los demás han hecho o dejado de hacer; observa lo que tú has hecho y has dejado de hacer.
                                                                                              Dhammapada
Hay que estar al acecho de las faltas…  De nuestras propias faltas, y no ir buscando la paja en ojo ajeno sin antes poder ver la viga en el propio.
Una vez que estemos conscientes de nuestras faltas, podemos simplemente, seguir así, evitándolas, y cuando cometemos alguna, corregirla y nada más. Evitar vanagloriarse, medir nuestras palabras y acciones en base a una meditación previa a llevarlas a cabo habla más de una persona sabia a una persona que ha conseguido llevar una vida recta y echarlo en cara a todos los que no lo han hecho.
Ahora, notemos algo HH:. no estamos sobre nuestros HH:., el objetivo no es estar sobre ellos, no lo hacemos con el fin de marcar un error solo por marcarlo y aparentarnos mejor que quien comete una falta, sino de ayudarnos como HH:. que somos, compartiendo de manera amorosa todas las enseñanzas que todos poseemos.
Un loco consciente de su locura es por ello sabio; el loco que se cree sabio es aquel al que hay que llamar loco.
                                                                                              Dhammapada
Comp:. M:. Israel Carranza Pineda
                                                                                  13 de Octubre de 2010 E:. V:.

jueves, 23 de septiembre de 2010

CONOCETE A TI MISMO


 

Habitualmente se cita esta frase: "Conócete a ti mismo", pero a menudo se pierde de vista su sentido exacto. A propósito de la confusión que reina con respecto a estas palabras, pueden plantearse dos cuestiones: la primera concierne al origen de esta expresión, la segunda a su sentido real y a su razón de ser. Algunos lectores podrían creer que ambas cuestiones son completamente distintas y que no tienen entre sí ninguna relación. Tras una reflexión y un examen atento, claramente aparece que mantienen una estrecha conexión.


 

Si se les pregunta a quienes han estudiado la filosofía griega quién fue el hombre que pronunció primero esta sabia frase, la mayoría de ellos no dudará en responder que el autor de esta máxima es Sócrates, aunque algunos pretenden referirla a Platón y otros a Pitágoras. De estos pareceres contradictorios, de estas divergencias de opinión, estamos en nuestro derecho de concluir que esta frase no tiene por autor a ninguno de los filósofos mencionados, y que no es en ellos dónde habría que buscar su origen.


 

Nos parece lícito formular esta advertencia, que parecerá justa al lector cuando sepa que dos de estos filósofos, Pitágoras y Sócrates, no dejaron ningún escrito. En cuanto a Platón, nadie, sea cual sea su competencia filosófica, está en situación de distinguir qué fue dicho por él o por su maestro Sócrates. La mayor parte de la doctrina de este último no nos es conocida más que por mediación de Platón, y, por otra parte, se sabe que es en la enseñanza de Pitágoras donde Platón recogió ciertos conocimientos de los que hace gala en sus diálogos. Con ello, vemos que es extremadamente difícil delimitar lo que corresponde a cada uno de estos tres filósofos. Lo que se atribuye a Platón a menudo es también atribuido a Sócrates, y, entre las teorías consideradas, algunas son anteriores a ambos y provienen de la escuela de Pitágoras o de él mismo.


 

Verdaderamente, el origen de la expresión estudiada se remonta mucho más allá de los tres filósofos mencionados. Mejor aún: es más antigua que la historia de la filosofía, y supera también el dominio de la filosofía.


 

Se dice que estas palabras estaban inscritas en la puerta del templo de Apolo en Delfos. Posteriormente fueron adoptadas por Sócrates, así como por otros filósofos, como uno de los principios de su enseñanza, a pesar de la diferencia que haya podido existir entre estas diversas enseñanzas y los fines perseguidos por sus autores. Es probable, por lo demás, que también Pitágoras haya empleado esta expresión mucho antes que Sócrates. Con ello, estos filósofos se proponían demostrar que su enseñanza no era estrictamente personal, que provenía de un punto de partida más antiguo, de un punto de vista más elevado que se confundía con la fuente misma de la inspiración original, espontánea y divina.


 

Constatamos que estos filósofos eran, por ello, muy diferentes a los filósofos modernos, que despliegan todos sus esfuerzos para expresar algo nuevo, a fin de ofrecerlo como la expresión de su propio pensamiento, de erigirse como los únicos autores de sus opiniones, como si la verdad pudiera ser propiedad de alguien. Veremos ahora por qué los filósofos antiguos quisieron vincular su enseñanza con esta expresión o con alguna similar, y por qué se puede decir que esta máxima es de un orden superior a toda filosofía.


 

Para responder a la segunda parte de esta cuestión, diremos que la solución está contenida en el sentido original y etimológico de la palabra "filosofía", que habría sido, se dice, empleada por primera vez por Pitágoras. La palabra filosofía expresa propiamente el hecho de amar a Sophia, la sabiduría, la aspiración a ésta o la disposición requerida para adquirirla. Esta palabra siempre ha sido empleada para calificar una preparación a esa adquisición de la sabiduría, y especialmente los estudios que podían ayudar al philosophos, o a aquel que experimentaba por ella alguna tendencia, a convertirse en sophos, es decir, en sabio.


 

Así, como el medio no podría ser tomado por un fin, el amor a la sabiduría no podría constituir la sabiduría misma. Y debido a que la sabiduría es en sí idéntica al verdadero conocimiento interior, se puede decir que el conocimiento filosófico no es sino un conocimiento superficial y exterior. No posee en sí mismo, ni por sí mismo, un valor propio. Solamente constituye un grado preliminar en la vía del conocimiento superior y verdadero, que es la sabiduría.


 

Es muy conocido por quienes han estudiado a los filósofos antiguos que éstos tenían dos clases de enseñanza, una exotérica y otra esotérica. Todo lo que estaba escrito pertenecía solamente a la primera. En cuanto a la segunda, nos es imposible conocer exactamente su naturaleza, ya que por un lado estaba reservada a unos pocos, y, por otro, tenía un carácter secreto. Ambas cualidades no hubieran tenido ninguna razón de ser si no hubiera habido allí algo superior a la simple filosofía.


 

Puede al menos pensarse que esta enseñanza esotérica estaba en estrecha y directa relación con la sabiduría y que no apelaba tan sólo a la razón o a la lógica, como es el caso para la filosofía, que por ello ha sido llamada "el conocimiento racional". Los filósofos de la Antigüedad admitían que el conocimiento racional, es decir, la filosofía, no era el más alto grado del conocimiento, no era la sabiduría.


 

¿Acaso la sabiduría puede ser enseñada del mismo modo que el conocimiento exterior, por la palabra o mediante libros? Ello es realmente imposible, y veremos la razón. Lo que podemos afirmar desde ahora es que la preparación filosófica no es suficiente, ni siquiera como preparación, pues no concierne más que a una facultad limitada, que es la razón, mientras que la sabiduría concierne a la realidad del ser al completo. De modo que existe una preparación a la sabiduría más elevada que la filosofía, que no se dirige a la razón, sino al alma y al espíritu, y a la que podemos llamar preparación interior; éste parece haber sido el carácter de los más altos grados de la escuela de Pitágoras. Ha ejercido su influencia a través de la escuela de Platón y hasta el neo-platonismo de la escuela de Alejandría, donde apareció de nuevo claramente, así como entre los neo-pitagóricos de la misma época. Si para esta preparación interior se empleaban también palabras, éstas no podían ser ya tomadas sino como símbolos destinados a fijar la contemplación interior.


 

Mediante esta preparación, el hombre es llevado a ciertos estados que le permiten superar el conocimiento racional al que había llegado anteriormente, y como todo esto está muy por encima de la razón, está también muy por encima de la filosofía, puesto que la palabra filosofía siempre es empleada de hecho para designar algo que sólo pertenece a la razón. No obstante, es asombroso que los modernos hayan llegado a considerar a la filosofía, así definida, como si fuera completa en sí misma, y olvidan así lo más elevado y superior.


 

La enseñanza esotérica fue conocida en los países de oriente antes de propagarse en Grecia, donde recibió el nombre de "misterios". Los primeros filósofos, en particular Pitágoras, vincularon a ellos su enseñanza, como no siendo sino una expresión nueva de ideas antiguas.

Existían numerosas clases de misterios con orígenes diversos. Aquellos en los que se inspiraron Pitágoras y Platón estaban en relación con el culto de Apolo. Los "misterios" tuvieron siempre un carácter reservado y secreto, significando etimológicamente la propia palabra "misterios" silencio total, no pudiendo ser expresadas mediante palabras las cosas a las cuales se referían, sino tan sólo enseñadas por una vía silenciosa. Pero los modernos, al ignorar cualquier otro método distinto al que implica el uso de la palabra, al cual podemos llamar el método de la enseñanza exotérica, han creído erróneamente, a causa de ello, que no había aquí ninguna enseñanza.


 

Podemos afirmar que esta enseñanza silenciosa usaba figuras, símbolos y otros medios que tenían por objetivo conducir al hombre a estados interiores, permitiéndole llegar gradualmente al conocimiento real o a la sabiduría. Tal era el objetivo esencial y final de todos los "misterios" y de otras cosas semejantes que pueden encontrarse en diferentes lugares. En cuanto a los "misterios" que estaban especialmente vinculados al culto de Apolo y al propio Apolo, es preciso recordar que éste era el dios del sol y de la luz, siendo ésta en su sentido espiritual la fuente de donde brota todo conocimiento y de la que derivan las ciencias y las artes.


 

Se dice que los ritos de Apolo llegaron del Norte y esto se refiere a una tradición muy antigua, que se encuentra en libros sagrados como el Vêda hindú y el Avesta persa. Este origen nórdico era incluso afirmado más especialmente para Delfos, que pasaba por ser un centro espiritual universal; y había en su templo una piedra llamada "omphalos" que simbolizaba el centro del mundo.


 

Se piensa que la historia de Pitágoras, e incluso su propio nombre, poseen una cierta relación con los ritos de Apolo. Éste era llamado Pythios, y se dice que Pytho era el nombre original de Delfos. La mujer que recibía la inspiración de los Dioses en el templo era llamada Pythia. El nombre de Pitágoras significa entonces "guía de la Pythia", lo cual se aplica al propio Apolo. Se cuenta además que es la Pythia quien declaró que Sócrates era el más sabio de los hombres. Parece entonces que Sócrates estuvo relacionado con el centro espiritual de Delfos, al igual que Pitágoras.


 

Añadiremos que si bien todas las ciencias eran atribuidas a Apolo, esto era incluso más especialmente en cuanto a la geometría y la medicina. En la escuela pitagórica, la geometría y todas las ramas de las matemáticas ocupaban el primer lugar en la preparación al conocimiento superior. Con respecto a este conocimiento, estas ciencias no eran dejadas de lado, sino que, por el contrario, eran empleadas como símbolos de la verdad espiritual. También Platón consideraba a la geometría como una preparación indispensable a toda otra enseñanza, y había inscrito sobre la puerta de su escuela estas palabras: "Nadie entre aquí si no es geómetra". Se comprende el sentido de estas palabras cuando se las refiere a otra fórmula del mismo Platón: "Dios siempre geometriza", ya que, hablando de un Dios geómetra, Platón aludía a Apolo.


 

No debe asombrar que los filósofos de la Antigüedad hayan empleado la frase inscrita en la entrada del templo de Delfos, puesto que conocemos ahora los vínculos que los unían a los ritos y al simbolismo de Apolo. Después de todo esto, fácilmente podemos comprender el sentido real de la frase estudiada aquí y el error de los modernos a este respecto. Este error deriva de que ellos han considerado esta frase como una simple sentencia de un filósofo, a quien atribuyen siempre un pensamiento comparable al suyo. Pero, en realidad, el pensamiento antiguo difería profundamente del pensamiento moderno. Así, muchos atribuyen a esta frase un sentido psicológico; pero lo que ellos llaman psicología consiste tan sólo en el estudio de los fenómenos mentales, que no son sino modificaciones exteriores -y no la esencia- del ser.


 

Otros aún ven en ella, sobre todo aquellos que la atribuyen a Sócrates, un objetivo moral, la búsqueda de una ley aplicable a la vida práctica. Todas estas interpretaciones exteriores, sin ser siempre enteramente falsas, no justifican el carácter sagrado que poseía en su origen, que implica un sentido mucho más profundo que el que así se le quiere atribuir. En primer lugar, significa que ninguna enseñanza exotérica es capaz de dar el conocimiento real, que el hombre debe encontrar solamente en sí mismo, pues, de hecho, ningún conocimiento puede ser adquirido sino mediante una comprensión personal.


 

Sin esta comprensión, ninguna enseñanza puede desembocar en un resultado eficaz, y la enseñanza que no despierta en quien la recibe una resonancia personal no puede procurar ninguna clase de conocimiento. Es la razón de que Platón dijera que "todo lo que el hombre aprende está ya en él". Todas las experiencias, todas las cosas exteriores que le rodean no son más que una ocasión para ayudarle a tomar conocimiento de lo que hay en sí mismo. Este despertar es lo que se llama anámnesis, que significa "reminiscencia".


 

Si esto es cierto para todo conocimiento, lo es mucho más para un conocimiento más elevado y más profundo, y, cuando el hombre avanza hacia este conocimiento, todos los medios exteriores y sensibles se hacen cada vez más insuficientes, hasta finalmente perder toda utilidad. Si bien pueden ayudar a aproximarse a la sabiduría en algún grado, son impotentes para adquirirla realmente, y se dice corrientemente en la India que el verdadero guru o maestro se encuentra en el propio hombre y no en el mundo exterior, aunque una ayuda exterior pueda ser útil al principio, para preparar al hombre a encontrar en sí y por sí mismo lo que no puede encontrar en otra parte, y particularmente lo que está por encima del nivel de la conciencia racional. Es necesario, para lograrlo, realizar ciertos estados que avanzan siempre más profundamente hacia el ser, hacia el centro, simbolizado por el corazón y donde la conciencia del hombre debe ser transferida para hacerle capaz de alcanzar el conocimiento real. Estos estados, que eran realizados en los misterios antiguos, eran grados en la vía de esta transposición de la MENTE al CORAZON.


 

Había, hemos dicho, una piedra en el templo de Delfos llamada omphalos, que representaba el centro del ser humano, así como el centro del mundo, según la correspondencia que existe entre el macrocosmos y el microcosmos, es decir, el hombre, de tal manera que todo lo que está en uno está en relación directa con lo que está en el otro. Avicena dijo: "Tú te crees una nada, y sin embargo el mundo reside en ti".


 

Es curioso señalar la creencia extendida en la Antigüedad según la cual el omphalos había caído del cielo, y se tendrá una idea exacta del sentimiento de los griegos con respecto a esta piedra diciendo que tenía cierta similitud con el que experimentamos con respecto a la piedra negra sagrada de la Kaabah.


 

La similitud que existe entre el macrocosmos y el microcosmos hace que cada uno de ellos sea la imagen del otro, y la correspondencia entre los elementos que los componen demuestra que el hombre debe conocerse a sí mismo primero para poder conocer después todas las cosas, pues, en verdad, puede encontrarlo todo en él. Es por esta razón que algunas ciencias -especialmente las que forman parte del conocimiento antiguo y que son casi ignoradas por nuestros contemporáneos- poseen un doble sentido. Por su apariencia exterior, estas ciencias se refieren al macrocosmos y pueden ser consideradas justamente desde este punto de vista. Pero al mismo tiempo también poseen un sentido más profundo, el que se refiere al propio hombre y a la vía interior por la cual puede realizar el conocimiento en sí mismo, realización que no es otra que la de su propio ser. Aristóteles dijo: "el ser es todo lo que conoce", de tal modo que, allí donde existe conocimiento real -y no su apariencia o su sombra- el conocimiento y el ser son una y la misma cosa.


 

La sombra, según Platón, es el conocimiento por los sentidos e incluso el conocimiento racional que, aunque más elevado, tiene su origen en los sentidos. En cuanto al conocimiento real, está por encima del nivel de la razón; y su realización, o la realización del ser, es semejante a la formación del mundo, según la correspondencia de la que hemos hablado.

Es ésta la razón de que algunas ciencias puedan describirse bajo la apariencia de esta forma. Este doble sentido estaba incluido en los antiguos misterios, del mismo modo que en todas las enseñanzas que apuntan al mismo fin entre los pueblos de oriente.


 

Parece que igualmente en occidente esta enseñanza ha existido durante toda la Edad Media, aunque hoy haya desaparecido completamente, hasta el punto que la mayoría de los occidentales no tiene idea alguna de su naturaleza o siquiera de su existencia.

Por todo lo precedente, vemos que el conocimiento real no tiene como vía a la razón, sino al espíritu y al ser al completo, pues no es otra cosa que la realización de este ser en todos sus estados, lo que constituye el fin del conocimiento y la obtención de la sabiduría suprema.


 

En realidad, lo que pertenece al alma, e incluso al espíritu, representa solamente grados en la vía hacia la esencia íntima que es el verdadero Sí, y que puede hallarse tan sólo una vez que el ser ha alcanzado su propio centro, cuando estando todas sus potencias unidas y concentradas como en un solo punto, en el cual todas las cosas se le aparecen, cuando estando contenidas en este punto como en su primer y único principio, puede entonces conocer todas las cosas como en sí mismo y desde sí mismo, como la totalidad de la existencia en la unidad de su propia esencia. Es fácil ver cuán lejos está esto de la psicología en el sentido moderno de la palabra, y que va incluso mucho más lejos que un conocimiento más verdadero y más profundo del alma, que no puede ser sino el primer paso en esta vía.


 

Es importante indicar que el significado de la palabra nefs no debe ser aquí restringido al alma, pues esta palabra se encuentra en la traducción árabe de la frase considerada, mientras que su equivalente griego psyché no aparece en el original. No debe pues atribuirse a esta palabra el sentido corriente, pues es seguro que posee otro significado mucho más elevado que le hace asimilable al término esencia, y que se refiere al Sí o al ser real; como prueba, tenemos lo que se dice en el siguiente hadith, que es como un complemento de la frase griega: "Quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor".


 

Cuando el hombre se conoce a sí mismo en su esencia profunda, es decir, en el centro de su ser, es cuando conoce a su Señor. Y conociendo a su Señor, conoce al mismo tiempo todas las cosas, que vienen de Él y a Él retornan. Conoce todas las cosas en la suprema unidad del Principio divino, fuera del cual, según la sentencia de Mohyiddin ibn Arabî, "no hay absolutamente nada que exista", pues nada puede haber fuera del Infinito.


 


 

Traducido del Cap. VI de la 1ª parte de "Mélanges", París, Gallimard, 1976. (Publicado la primera vez en árabe en la revista El-Ma'rifah, nº 1, mayo de 1931).


 

La Gnosis y la Francmasonería


 

"La Gnosis, ha dicho el I.·. H.·. Albert Pike, es la esencia y el meollo de la Francmasonería". Por Gnosis, debemos entender aquí ese Conocimiento tradicional que constituye el fondo común de todas las iniciaciones, cuyas doctrinas y símbolos se han transmitido, desde la más remota antigüedad hasta nuestros días, a través de todas las Fraternidades secretas cuya extensa cadena jamás ha sido interrumpida. Toda doctrina esotérica puede únicamente transmitirse por medio de una iniciación y cada iniciación incluye necesariamente varias fases sucesivas, a las cuales corresponden otros tantos grados diferentes. Tales grados y fases pueden ser reducidos, en última instancia, siempre a tres; podemos considerar que marcan las tres edades del iniciado, o las tres épocas de su educación y caracterizarlas respectivamente con estas tres palabras: nacer, crecer, producir. A este respecto, el H\Oswald Wirth escribió: "La iniciación masónica tiene como objetivo luminar a los hombres, a fin de enseñarles a trabajar útilmente, en plena conformidad con las finalidades mismas de su existencia. 


 

Ahora bien, para iluminar a los hombres, en primer lugar se hace necesario liberarlos de todo lo que puede impedirles ver la Luz. Esto se logra sometiéndolos a ciertas purificaciones, destinadas a eliminar las escorias heterogéneas, causales de la opacidad de aquellas envolturas que sirven como cortezas protectoras del núcleo espiritual humano. Cuando las mismas se vuelven cristalinas, su perfecta transparencia deja penetrar los rayos de la Luz exterior hasta el centro consciente del iniciado. Todo su ser, entonces, se satura progresivamente, hasta llegar a convertirse en un Iluminado, en el sentido más elevado de la palabra, vale decir un Adepto, transformado ya en un foco irradiante de Luz. 


 

"Consecuentemente, la iniciación masónica conlleva tres fases distintas, consagradas sucesivamente al descubrimiento, a la asimilación y a la propagación de la Luz. Estas fases están representadas por los tres grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, que corresponden a la triple misión de los masones, que consiste en buscar primero, para poseer después y, finalmente, poder difundir la Luz. "


 

El número de estos grados es inamovible: no podría haber ni más ni menos que tres. La invención de los distintos sistemas llamados de altos grados descansa sobre un error, que llevó a confundir los grados iniciáticos, estrictamente limitados a tres, con los estados transitorios de la iniciación, cuya multiplicidad es necesariamente indefinida. "Los grados iniciáticos corresponden al triple programa perseguido por la iniciación masónica. Esotéricamente, aportan una solución a las tres cuestiones del enigma de la Esfinge: ¿de dónde provenimos? ¿qué somos? ¿a dónde vamos?, y con ello responden a todo cuanto puede interesar al hombre. Son inmutables en sus caracteres fundamentales y conforman en su trinidad un todo acabado, al que nada se puede quitar ni agregar: los grados de Aprendiz y de Compañero son los dos pilares que sostienen a la Maestría. "


 

En cuanto a los estados transitorios de la iniciación, ellos permiten al iniciado penetrar más o menos profundamente en el esoterismo de cada grado; de aquí resulta un número indefinido de maneras distintas de tomar posesión de los tres grados de Aprendiz, de Compañero y de Maestro. Puede poseerse sólo la forma exterior, la letra y no la comprensión; en Masonería, como en todas partes, hay, bajo este aspecto, muchos llamados y pocos elegidos, ya que solamente a los verdaderos iniciados les está dado aferrar el espíritu íntimo de los grados iniciáticos. No todos llegan, por otra parte, con igual éxito; muy a menudo apenas logran superar la ignorancia esotérica, sin marchar de manera decidida hacia el Conocimiento integral, hacia la Gnosis perfecta.


 

"Esta última, representada en la Masonería por la letra G\ de la Estrella Flamígera, se aplica simultáneamente al programa de búsqueda intelectual y de entrenamiento moral de los tres grados de Aprendiz, Compañero y Maestro. Con el Aprendizaje, busca penetrar el misterio del origen de las cosas; con el Compañerismo, descubre el secreto de la naturaleza del hombre, y revela, con la Maestría, los arcanos del destino futuro de los seres. Enseña, además, al Aprendiz a potenciar al máximo sus propias fuerzas; muestra al Compañero como captar las fuerzas del medio ambiente y enseña al Maestro a regir soberanamente sobre la naturaleza obediente al cetro de su inteligencia. No hay que olvidar, en efecto, que la iniciación masónica se remonta al Gran Arte, al Arte Sacerdotal y Real de los antiguos iniciados" ( 1 ).


 

Sin querer entrar en la compleja cuestión de los orígenes históricos de la Masonería, recordaremos tan solo que la Masonería moderna, tal como se la conoce actualmente, deriva de una fusión parcial de los Rosa–Cruces, quienes habían conservado la doctrina gnóstica desde la edad media, con las antiguas corporaciones de Masones Constructores, cuyas herramientas, por lo demás, ya habían sido empleadas como símbolos por los filósofos herméticos, tal como puede verse, en particular, en una figura de Basilio Valentín ( 2 ). 


 

Pero, dejando por el momento de lado el punto de vista restringido del Gnosticismo, por nuestra parte haremos hincapié en el hecho de que la iniciación masónica, como toda iniciación, tiene como fin la conquista del Conocimiento integral, que es la Gnosis en el verdadero sentido de la palabra. Podemos decir que es este Conocimiento mismo lo que, hablando con propiedad, constituye realmente el secreto masónico y por esta razón dicho secreto resulta esencialmente incomunicable. Para concluir y a fin de evitar cualquier malentendido, agregaremos que, para nosotros, la Masonería no puede ni debe sujetarse a ninguna opinión filosófica particular, que ella no es más espiritualista que materialista, ni tampoco más deísta que atea o panteísta, en el sentido que habitualmente se atribuye a estas diversas denominaciones, puesto que ella debe ser pura y simplemente la Masonería. 


 

Cada uno de sus miembros, al entrar en el Templo, debe despojarse de su personalidad profana y hacer abstracción de cuanto sea extraño a los principios fundamentales de la Masonería, principios a cuyo alrededor todos debieran unirse para trabajar en común en la Gran Obra de la Construcción universal. 


 


 

Por el Q.·. H.·. 


 

RENE GUENON


 


 

Traducción: Franco Peregrino. 


 


 

NOTAS 


 

* Artículo publicado en "La Gnose", nº de marzo de 1910, con la firma de "Palingenius". (R) 


 

1 L'Initiation Maçonnique, artículo publicado en L'Initiation, 4º año, nº 4, enero de 1891. (R) 


 

2 Ver a este propósito Le Livre de l'Apprenti del H\ Oswald Wirth, págs. 24 a 29 de la nueva edición. (R) 

LAS 3 GRANDES VERDADES


 


 

Establecidas hace muchos milenios en la antigua India y en el antiguo Egipto, son todavía verdades del presente y lo serán del futuro:


 

1.- El alma del hombre es inmortal y su porvenir es el destino de algo cuyo crecimiento y esplendor no tiene límites.


 

2.- El principio que da la vida mora en nosotros, es imperecedero y eternamente benéfico. No se le ve ni se le oye, ni se le huele, pero lo percibe el hombre anheloso de percibir.


 

3.- Cada Hombre es su propio y absoluto legislador, el otorgador de su gloria o de sus tinieblas, el determinador de su vida, el que decreta su propio galardón o castigo (si es que así se quiere definir). En otras palabras cada quien es el Arquitecto de su propio destino, y/o Creador de su REALIDAD.


 

Estas verdades, tan grandes como la vida misma, son tan sencillas como la más sencilla de las mentes humanas.


 

LA DOCTRINA SECRETA


 

CAPITULO IV del libro "LOS ARQUITECTOS"


 

(JOSEPH FORT NEWTON)


 

LA DOCTRINA SECRETA


 

"Dios nos ampara siempre contra las ideas prematuras", dijo Emerson, y debería haber añadido que también la naturaleza, porque ésta guarda celosamente sus secretos hasta que el hombre es digno de que se le confíen, por temor de que, irreflexivamente, acabe consigo mismo. Quienes profundizan en los misterios de la naturaleza, no lo hacen porque la verdad sea una cosa lejana, sino porque, al seguir la disciplina de la investigación, se aprestan para encontrar la verdad y se hacen dignos de recibirla. 


 

Los grandes instructores de nuestra raza han creído que la verdad es un trofeo que hay que conquistar y no un don que se debe otorgar. Hay cosas que no se pueden ni deben decir a todo el mundo; porque la verdad nos confiere poderes que, si se utilizan mal, son dañinos. El mismo Jesús tenía un pequeño número de discípulos a los que confiaba sus secretos, hablando a los demás en parábolas misteriosas en las que velaba la verdad (Mateo, 13-10, 11). San Clemente de Alejandría cita en las Homilías unas palabras que indican cual fue el método de Cristo: "Y Nuestro Señor no dijo por mala voluntad que "Mi misterio es para mí y para los hijos de Mi casa" (Unwritten Sayings of our Lord, David Smith, VII). Las enseñanzas secretas de que habla el Maestro, han llegado a ser conocidas juntamente con las artes de la cultura espiritual, con el nombre de Doctrina secreta o Sabiduría Oculta. La tradición ha sostenido constantemente que, tras de los sistemas de fe aceptados por las masas, se ocultaban enseñanzas más profundas, de las que únicamente participaban quienes eran dignos de comprenderlas. 


 

La expresión externa de la doctrina secreta ha sufrido muchos cambios, valiéndose ora de unos símbolos, ora de otros; pero su doctrina fundamental se ha conservado intacta, lo cual no podía por menos de suceder, porque la mente humana llega siempre a las mismas conclusiones fundamentales. Por esta razón los que tienen ojos para ver no encuentran dificultad alguna en penetrar en los velos proteicos del lenguaje e identificar las verdades que ocultan; confirmando de este modo en el arcano de la fe la unidad de la mente humana y la unidad de la verdad, doctrinas descubiertas anteriormente en formas más primitivas. Hay quien opina que las verdades trascendentales no deben conservarse en secreto. Por esta razón no quiso iniciarse Demonax, quien decía que si los misterios fueran malos los combatiría, y que si fueran buenos, consideraría deber suyo proclamarlos. Esta objeción es, sin embargo, tan insensata como poco meditada, pues el secreto en tales asuntos es inherente a las verdades mismas y no patrimonio exclusivo de unos pocos elegidos. La única condición precisa para conocer las cosas elevadas es la capacidad personal. Quienes están capacitados descifran la doctrina secreta; pero es inútil que la verdad se pregone desde las azoteas si los que la escuchan no la comprenden. A pesar de que los Misterios Griegos eran ocultos nadie ignoraba su existencia, de forma que el vulgo sabía que podía aspirar a conocer una fe más inteligente que la suya, dependiendo la admisión en ellos únicamente del buen deseo de los aspirantes y de su voluntad por conocer la verdad. Recordemos que, cuando el discípulo está preparado, encuentra a su maestro, el cual le enseña la verdad que antes no podía conocer por falta de aptitud o de voluntad. 


 

Pero el misterio no tiene relación alguna con la mistificación ni con la costumbre de muchos de velar lo que debe aclararse. En esto estriba el motivo verdadero de resentimiento contra la Doctrina secreta y, es innegable, que no le falta razón a quien tal afirma. Por ejemplo, se dice que, desde que el hombre comenzó a buscar la verdad, existe una secreta fraternidad de iniciados, conocedores de la doctrina secreta, que guardan las elevadas verdades, infundiéndolas de un modo difuso en las religiones populares, pues consideran al resto de la raza demasiado obtuso para comprenderlas. Estos misteriosos sabios, supongamos que lo sean, contemplan a la humanidad ávida de aspiraciones como si fueran los pacientes maestros de una escuela idiota a la que permitieran vagar eternamente en busca de salida, mientras ellos se sentarían en un lugar apartado, guardando las claves de lo oculto (Entiéndese por ocultismo la creencia en que se pueden manejar ciertas clases de fuerzas que no son naturales, ni supranaturales, sino más bien preternaturales, para fines más o menos buenos. Algunos dan tal extensión a esta palabra que engloban en ella el misticismo y la vida espiritual; dándole un significado insólito e ilegítimo, pues el ocultismo se esfuerza por conseguir, por lograr cosas, y el misticismo en dar, en entregarse. El primero es audaz y exclusivo; el otro, humilde y amplio, por lo cual no debemos confundirlos. - Mysticism, por E. Underhill, parte I, capítulo VII -), lo cual si fuera cierto, no dejaría de pasmarnos. Pero afortunadamente ésta es sólo una de tantas ficciones, con que los traficantes del misterio se entretienen a sí mismos, mientras engañan a los demás. No es de extrañar, pues, que los hombres sensatos hayan rechazado semejantes locuras con mezcla de compasión y de disgusto. Siempre han existido sabios en todos los países y épocas y, su sabiduría, ha tenido la unidad inherente a todo elevado pensamiento humano; pero es absurdo que haya existido una fraternidad de hombres sabios que, más o menos conscientemente, guardaran secretas verdades, que rehusaban dar a conocer a los demás humanos. 


 

En realidad, la llamada Doctrina Secreta no difiere ni un ápice de todo cuanto han enseñado abiertamente y sin secreto alguno por medio de palabras o velándolo en símbolos las almas más exquisitas de la raza. La diferencia estriba menos en lo que se enseña que en el método de enseñanza. No debemos olvidar tampoco que quienes llevaron a nuestra raza a las cimas más elevadas de la Visión, no aprendieron su doctrina en corrillo esotérico alguno, sino que, por el contrario, han sido hombres que han enseñado cantando lo que aprendieron por medio del dolor; iniciados en la verdad eterna, indudablemente; pero iniciados por la gracia de Dios y por el divino derecho del genio (Poco tiempo se malgastaría y no pocas confusiones se evitarían si tuviésemos presente este hecho obvio. Hasta el hermoso libro de Schuré Jesús, el último Iniciado - por no hablar de The Great Work y de la Mystic Masonry - es claramente erróneo. Lo mismo ocurre con la obra de Mills llamada Our Own Religión in Persia, en la que deliberadamente trata de demostrar la originalidad de toda la espiritualidad de la raza hebrea. ¿A qué religión nuestra se querrá referir Mills? ¿Será a la religión nuestra, a la única religión universal de la humanidad?. La diferencia existente entre la Biblia y los demás libros que tratan de Dios, de la Vida y de la Muerte, sitúa el genio hebreo en lugar tan preferente como al genio Griego en filosofía y su arte, y al romano, su poder de acción. Dejando aparte todas las teorías sobre la inspiración, es innegable que la Biblia es un libro sin par en la literatura de la humanidad). Videntes, sabios, místicos, santos, estos hombres son los que, habiendo buscado sinceramente, encontráronse con la realidad, y por eso su recuerdo es una especie de religión para todo ser humano. Algunos de ellos, por ejemplo, Pitágoras, se educaron en escuelas en que se enseñaba la Doctrina Secreta; pero otros, en cambio, hicieron solos el camino, y llegaron a las puertas de la Ciudad "conducidos por la esplendorosa visión". 


 

Ahora se nos preguntará que por qué razón se da a tal doctrina el nombre de Secreta, cuando hubiera sido más adecuado aplicarle el calificativo de franca y libre. Por dos razones: la primera, porque en los tiempos primitivos los conocimientos innecesarios de toda clase eran peligrosos, y las verdades científicas y filosóficas, igualmente que las religiosas, que no estaban en boga entre la multitud, tuvieron que buscar la protección de la obscuridad. Si bien esta necesidad fue una oportuna ayuda para el astuto sacerdocio, no obstante ofreció el silencio que los pensadores y buscadores de la verdad necesitaban en aquellos tiempos lejanos. De aquí que se fundaran sistemas de enseñanza exotéricos y esotéricos, doquiera que el alma humana era espiritual, en los que se enseñaba la verdad a la luz del día u ocultamente. Los discípulos iban conociendo esta divina filosofía en iniciaciones graduales. Al neófito se le enseñaba por medio de símbolos, de obscuras parábolas y de un ritual dramático, fin y al cabo no eran más que sencillas doctrinas. 


 


 

La segunda razón es porque la doctrina oculta puede definirse como el secreto abierto del universo, porque las puertas del conocimiento están abiertas para todo el mundo, siendo la única condición necesaria para comprender determinadas enseñanzas el que el discípulo sea apto para ello. Lo que las hacía secretas no era una restricción arbitraria, sino únicamente la falta de intuición y de agudeza mental de la mayoría. Esto es tan verdadero hoy día como en la época de los Misterios, y seguirá siéndolo hasta que se acaben todos los seres mortales. La aptitud no se confiere; se adquiere. Sin ella las enseñanzas de los sabios parecen enigmas ininteligibles, cuando no contradictorios. La disciplina de la iniciación y su aplicación artística al drama y al símbolo, ayudó poderosamente a conseguir la pureza del alma y a despertar al espíritu, preparando a los hombres para recibir la verdad, pero jamás debió ir más allá. Por lo tanto, la Doctrina Secreta enseñada en los Misterios o en la Masonería moderna, es más bien una disciplina que una doctrina; es un método de cultura espiritual y, como tal, merece un lugar digno en las actividades humanas. 


 


 

Arturo Eduardo Waite es, quizás, el hombre más enterado del método y enseñanzas esotéricas. Simbolista, sino sacramentalista, estaba admirablemente dotado por su temperamento, su educación y su carácter para emprender con éxito semejantes estudios. Sus ocupaciones, que no le absorbían todo el tiempo, le permitieron con los años ir dominando la vasta literatura existente sobre estas materias, a cuyo estudio aportó su naturaleza religiosa, la precisión y pericia de un erudito, una seguridad y delicadeza de visión simpática y crítica, un alma de poeta y una paciencia tan inagotable como recompensada, cualidades que raramente se encuentran reunidas en una sola persona. Fecundo sin llegar a ser prolijo, escribe con gracia, facilidad y  lucidez, aunque, a veces, opulentamente, salpicaba sus obras con reflejos de las piedras preciosas de los antiguos alquimistas, de ancestrales liturgias, de remotas y obsesionantes fábulas, de secretas órdenes de iniciación y de otras recónditas fuentes, cuyo origen difícilmente se podría precisar. Sus páginas son monumentos de cultura serena y tolerante, y, si él es de los que cuando se enteran de que ha ocurrido un milagro en las cercanías, tiran por otra calle, es debido a que no necesita demostración externa de la verdad interna que él cree haber encontrado. 


 

Escribe Waite siempre con la convicción de que todos los grandes problemas derivan hacia el único que es verdaderamente grande: el hallazgo de aquella Verdad viviente que nos circunda por doquiera; y cree que toda la crítica erudita, el folklore y la filosofía no tienen utilidad alguna si no nos conducen al verdadero fin. Opina él que nuestra vida mortal es a modo de una eterna Búsqueda de esa Verdad viva, que toma múltiples formas y fases, aunque siempre es, en esencia, la misma aspiración. En su obra, trata de seguir los mil aspectos que toma la Búsqueda a través de la tradición, especialmente desde la era cristiana, desfigurada unas veces por la  superstición, y otras, por la intolerancia y el fanatismo; pero siempre conteniendo  secretamente la significación de la vida humana, desde el nacimiento del hombre, hasta su reunión con Dios al fin de la jornada. El resultado de este esfuerzo de Waite ha sido una serie de volúmenes de noble factura, escritos todos ellos con aspiraciones idénticas, únicos en su género por su valor y belleza incomparables (Hay quien opina que las mejores obras de Waite son las poéticas, contenidas en los dos volúmenes A Book of Mystery and Vision y Strange Houses of Sleep; en que se cantan con intensa emoción y preñados sentimientos la gloria del mundo y los encantos espirituales y sensitivos de la vida humana. Otros notables libros suyos son Steps to the Crown, Life of Saint-Martin y Studies in Mysticism). 


 

Allá por el año 1886, Waite publicó un estudio sobre los Mysteries of Magic, recopilación de las obras de Eliphas Levi, a quien Albert Pike debe más de lo que parece. Luego salió a luz la Real History of the Rosicrucians, en la que investiga cuáles fueron los hechos que originaron la fábula de esa fraternidad, cuya existencia ha sido tantas veces afirmada y negada. Como en todas sus obras, demuestra en ella su extraordinaria erudición y su excepcional experiencia en esta clase de investigaciones. Sobre el aspecto puramente cristiano de la Búsqueda, ha producido The Hidden Church of the Holy Graal, obra de extraordinaria belleza, de desconcertante valor, escrita en un estilo que no es el de nuestra época. Pero la Leyenda del Graal es tan sólo uno de los numerosos aspectos de la sagrada Búsqueda, que une los símbolos caballerescos con la fe cristiana. La masonería es otro de ellos; y creemos que nadie podrá superar la profundidad y la belleza de The Secret Tradition in Masonry de Waite, quien cree que la Masonería perpetúa los Misterios instituidos en la antigüedad. Su última obra The Secret Doctrina in Israel estudia el Zohar (Hasta la misma Enciclopedia Judía y eruditos tan versados como Zunz, Graetz, Luzzato, Jost y Munk salvan como pueden este galimatías, recordando la leyenda de los cuatro sabios "encerrados en el jardín": el primero de los cuales miró en torno suyo y se murió; el segundo, perdió la razón; el tercero, trató de destruir el jardín, y sólo el último pudo escapar de él sin perder el juicio. Véanse The Cabala, de Pick, y The Kabbalah Unveiled, de Mac Gregor), o "Libro del Esplendor", hazaña que ningún hebraísta se había atrevido a emprender. Esta Biblia del Cabalismo es tan confusa y desconcertante que sólo "un excelente basurero" tendría la paciencia de rebuscar sus gemas entre los montones de inmundicias, intentando ordenar un caos tan tremendo, pues hasta el mismo Waite sólo llega a vislumbrar el sol tras de la enmarañada selva de las múltiples imágenes. 


 

Ora la Búsqueda haya circundado el Cáliz de Cristo, ora se haya dirigido en pos de la Palabra Perdida, o haya buscado el proyecto que dejó inconcluso al morir el Maestro Arquitecto, siempre ha tenido de común lo siguiente : primero el recuerdo de una gran pérdida que ha sumido a la humanidad en el pecado, convirtiendo a nuestra raza en una hueste peregrina que busca sin reposar jamás; segundo, el indicio de que lo que se perdió existe todavía profundamente sepultado en algún sitio del mundo o del tiempo; tercero, la creencia de que ha de encontrarse por fin, restaurándose su gloria perdida; cuarto, la substitución de lo buscado por algo temporal que, sin embargo, no difiera de ello; quinto y aún más raro, el presentimiento de que lo perdido se encuentra al alcance de todas las manos oculto tras de numerosos velos. Lo cual es siempre lo mismo, a pesar de haber tomado múltiples formas, desde la del Judío Errante, hasta el viaje por el país de las hadas en busca del Pájaro Azul, símbolos todos ellos que representan la unidad de la raza humana y la identidad de sus necesidades, emblemas que nos dicen que los hombres deben buscar a Dios, "si en alguna manera palpando le hallan; aunque cierto no está lejos de cada uno de nosotros; porque en él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser" (Hechos de los Apóstoles, XVII 26-28). 


 

¿Qué es, pues, esa Doctrina Secreta que todos buscamos y sobre la que ha escrito este famoso erudito tantas improvisaciones elocuentes y enfáticas?. Esa Doctrina Secreta es lo que todo el mundo busca: el conocimiento de Aquel cuya comprensión llena todas las necesidades humanas: la paternidad del alma con Dios; la vida de pureza, de honor, de piedad que exige tan elevada herencia; la unidad y fraternidad de la raza en cuanto a su destino y deber; y la creencia en que el alma es inmortal como su Padre Dios. Ahora bien, una cosa es aceptar esta doctrina como mera filosofía y otra muy distinta realizarla como experiencia de lo más íntimo del corazón. Nadie conoce la Doctrina Secreta hasta que ella se ha convertido en el secreto de su alma, en la realidad imperante en su pensamiento, en la inspiración de sus actos, en la forma, color y gloria de su vida. Venturosamente, ya no se oculta la verdad suprema como en los tiempos antiguos, lo cual es debido a que la inteligencia espiritual y el poder de la raza han progresado muchísimo. Además, si admitimos que el arte tiene la facultad de revelar y sorprender el espíritu fugaz de la Verdad, tendremos que admitir también que la Verdad representada en forma de drama es más vivida e impresionante, ya que fortifica la fe de los más fuertes e ilumina con un rayo de luz celeste el corazón entenebrecido de los fracasados. 


 

La Búsqueda no termina jamás, aunque algunos creemos que ya se ha encontrado la Palabra Perdida, de la única manera que puede encontrarse: en la vida de Aquel que fue "El Verbo encarnado" que vivió entre nosotros y cuya belleza y gracia todos conocemos. La Masonería es uno de los aspectos de la Búsqueda, y conserva la elevada tradicional doctrina de que los hombres deben unirse para ir en busca de lo único digno de ser hallado, con objeto de que cada cual pueda participar de la fe de los demás. La Masonería no tiene, aparte de sus ritos, misterio alguno que guardar, excepto el de todas las cosas sublimes y sencillas. Su gloria no se funda en ser oculta o secreta, sino por el contrario, en ser accesible a todo el mundo y en hacer hincapié en realidades tan necesarias al hombre como el aire y la luz natural. Su misterio es de un género tan alto que fácilmente pasa desapercibido; su secreto, demasiado sencillo, para que pueda encontrarse. 


 


 

Puede decirse que todas las Ordenes secretas no son otra cosa que la reminiscencia, o más bien, la supervivencia de la Casa de los Hombres de la sociedad primitiva, en la que se iniciaba a los hombres adultos en la ley secreta, en las leyendas, tradiciones y religión de su pueblo. Las recientes investigaciones han descubierto esta institución durante tanto tiempo oculta, demostrando que era el verdadero centro de la tribu, siendo la cámara del consejo, el lugar en que se legislaba y se celebraban las cortes y donde se guardaban los trofeos de guerra. No cabe duda de que la sociedad primitiva debió ser secreta, pues sino nos parece incomprensible. Todos los hombres eran iniciados. Los métodos de iniciación diferían según los lugares y épocas, pero, no obstante, guardaban entre sí cierta semejanza y tenían idénticos fines. Se exigían verdaderas ordalías, no sólo sometiendo a los candidatos a horrendas torturas físicas, sino también exponiéndolos a ser víctimas de espíritus invisibles, pues era necesario probar su virtud y su valor, antes de confiarles las doctrinas secretas de la tribu. Comprendían las ceremonias votos de castidad, de lealtad y de silencio y, casi universalmente, una representación mímica de la muerte y resurrección del novicio. Después de iniciarle en "la virilidad" se daba al iniciado un nuevo nombre y se le confiaba un lenguaje de signos, toques y señas. Sin duda alguna nuestros antepasados masónicos tuvieron en cuenta la idea de la necesidad de la iniciación, cuando afirmaron acertadamente que los orígenes de la Masonería se remontan a los primeros tiempos de la Historia. Sea como fuere, la Casa de los Hombres, con sus ritos iniciáticos y secretas enseñanzas, fue una de las grandes instituciones de la humanidad, actualmente perpetuada por la Masonería moderna. (Véase Primitive Secret Societics del Profesor Hutton Webster, si se quieren más detalles sobre la Casa de los Hombres primitiva). 


 


 

Extracto del libro "LOS ARQUITECTOS" 


 

del Q.·. H.·.  JOSEPH FORT NEWTON

LA ESENCIA MASÓNICA


Or.·. de Monterrey N.L., México Hay quienes confunden la Masonería con un simple club social, en donde podrán hacer amistades, alcanzar un mejor Status Social, hacer relaciones laborales y/o Políticas y otros tantos que se confunden con sus enseñanzas exotéricas, es decir se van con las simples apariencias, dejando de lado el aspecto más sublime de las enseñanzas Francmasónicas, sin embargo todas ellas importantes, desde las más superficiales o exotéricas, hasta las más profundas o esotéricas (internas), ya que el termino esotérico alude, al conocimiento interior de algo, específicamente de uno mismo y no hay que confundirlo con la charlatanería de cualquier tipo, como se mencionaba, todas ellas son importantes y de alguna manera u otra están relacionadas entre sí, cubriendo todos los aspectos del SER humano, tanto el Social, Moral, Intelectual, Físico y Espiritual, pero es el Francmasón en si quien deberá de interpretar las enseñanzas que le son proporcionadas (esto es en todos sus niveles de profundidad), así como saber utilizar las Herramientas de las cuales ha sido provisto, a fin de llevar acabo la Gran Obra, es decir la construcción de su propio Templo Interno, con la finalidad de que el resultado se vea reflejado en lo externo, es decir en la Humanidad y en la REALIDAD misma.

El ingreso a la Masonería va más allá del aspecto social, en el sentido de que no debemos de enfocarnos en solamente una dirección, (la externa), ya que para ello hay otras instituciones, sino que las verdaderas enseñanzas de la Orden, como bien se menciona anteriormente, si se comprendieran en todo su esplendor, los resultados serían mucho más favorables aun hablando del aspecto Exterior o Social, esto es hay que cambiar uno mismo si se quiere cambiar al Mundo. Y esto es muy cierto, es por ello que dichos Misterios han existido desde la Antigüedad, porque se sabe de su función, y de sus alcances, sin embargo no es raro que sean ignorados o incomprendidos por muchos, no por que no tengan la capacidad de entenderlos, sino porque simplemente no les interesan debido a que ignoran su finalidad y sus alcances.

 La Masonería es la Heredera y Custodia de dichos Misterios Antiguos, pero como en todas las Escuelas de Misterios inclusive las de la Antigüedad, incluyendo de igual manera las propias Religiones, siempre se ha manejado o se enseña el aspecto interno y el externo, esto considero con la finalidad de que aquellas personas que no les interese o no comprendan el aspecto interno y/o esencia de sus verdaderas enseñanzas (que en todas ellas es en esencia la Misma), no se quedaran sin beneficio alguno, ya que obtendrán la enseñanza externa, que es en la que se están enfocando, digámoslo así en todas las Escuelas de Misterios, incluyendo las Religiones, siempre ha existido la Doble Doctrina (interna y externa), esto se da en absolutamente todas ellas y en todos los tiempos, sin embargo aparte de dicha doble doctrina, con el transcurso del tiempo, la gente se ha perdido en las enseñanzas superficiales, las cuales debido al mismo transcurso del tiempo han sido tergiversadas cada vez más y más por la Mente Humana, y la doctrina esencial de alguna manera se ha ido quedando más y más enterrada en el fondo, debido a las interpretaciones realizadas por la misma ignorancia y fanatismo, y se podría decir que el Ser Humano se ha perdido en el símbolo, y lo ha tomado como algo real y literal, quedando la verdadera enseñanza OCULTA y VELADA, simplemente como letra muerta, perdiendo toda su esencia. Y solamente aquellos que verdaderamente buscan de corazón, tarde o temprano ENCONTRARAN, ya que "El verdadero y sincero buscador si realmente persevera, será purificado y vera la LUZ".

 Lo anterior se ve reflejado en todos los ámbitos, incluyendo el más importante es decir en el mismo Ser Humano, en sí mismos, ya que ese es el objetivo de todas las Escuelas de Misterios: el enseñar al Ser Humano a reencontrarse con su verdadera esencia, la cual se haya recubierta por su falsa personalidad, formada por tanta palabrería, conceptos, ideas, etc. en pocas palabras formada por Vicios Mentales (en todos los sentidos), la cual de alguna manera nos ha sido heredada, en muchos sentidos, y que ha ido creciendo, y adquiriendo más y más capas a lo largo de nuestra vida, las cuales debemos de ir desbastando y puliendo, a fin de encontrar la llamada Piedra Filosofal, o Tesoro escondido, es decir a nosotros mismos (el verdadero SER), el cual es Puro e Ilimitado, en toda la extensión de la palabra, el cual abarca TODO, por ser parte del Ser Infinito, ya que en dicho estado no existe distinción alguna, la distinción radica únicamente en la falsa individualidad, debido a que en realidad todos somos UNO mismo, y cuando comprendamos eso, y no solo en palabras , sino que lo lleguemos a experimentar, nos daremos cuenta de la verdad, y nada escapara a nuestra comprensión, es solamente en ese NIVEL, donde podremos comprender los verdaderos Misterios simbolizados por el TRIANGULO, que en ese momento dejaran de ser un misterio, por ser parte de ellos, ser parte del TODO, simplemente por la sencilla razón de volver a SER, y entonces recordaremos y experimentaremos lo que verdaderamente SOMOS en REALIDAD. 

 Hay que comprender que vivimos en las TINIEBLAS de nuestra MENTE (y que lo que conocemos o creemos conocer es solamente una pequeña fracción limitada de nosotros mismos y por ende de la Vida y de la Realidad) y que hay que despertar y encontrar la Verdadera LUZ, esa Chispa Divina que mora dentro de nosotros mismos, y que es nuestro verdadero SER, nuestro verdadero YO, que la mayor parte del tiempo ignoramos y nos olvidamos de que existe y por ende Desconocemos, es decir: nos desconocemos a NOSOTROS MISMOS. Desconocemos que formamos parte y que a su vez somos esa GRAN LUZ en Potencia, la cual ha sido llamada de diversas maneras: Dios, Energía Pura e Ilimitada, Causa Primera, el SER SUPREMO, la Gran Mente, Inteligencia Suprema, Consciencia Universal, Pensamiento Puro, el Gran Silencio, la Nada (pero el Todo en Potencia), Lo Absoluto, el Todo, la VIDA,  el G.·. A.·. D.·. U.·. , etc. y el deber de todo Iniciado, es encontrar dicha Chispa Divina y Expandirla hasta convertirse en la GRAN LUZ a fin de Iluminar a la HUMANIDAD

 Tal y como se indicaba en el templo del Oráculo de Delfos situado en la Antigua Grecia: 

 "Te advierto, quien quieras que fueres, ¡OH! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias?, En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. ¡OH! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los Dioses." 
(Oráculo de Delfos).

 En pocas palabras:

Quien no estudia todos los Grados de la Masonería, comprendiendo bien sus SIMBOLOS y su OCULTO significado, podrá vanagloriarse con el título de "Masón", pero no será nada, ni sabrá nada más que aquel de una mediana Ilustración, mientras el que los haya comprendido bien...
"Obtendrá el SECRETO y conocerá la VERDAD"
 
"Vivimos inmersos en nuestro propio sueño del cual hay que DESPERTAR"

 
"Vivimos atrapados en la Ilusión, y hay que despertar a la REALIDAD"

 
"Vivimos (Dormimos) esclavos de (en) nuestra propia Mente, de la cual hay que liberarnos y comenzar a SER"

  
G.·. I.·. G.·. A.·. de la R:.L:.S:. Patria No. 37
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